La misión de la Fundación Hospitalarias es ofrecer una asistencia integral —sanitaria, social, educativa y laboral— a personas en situación de vulnerabilidad en las áreas de salud mental, daño cerebral, discapacidad intelectual, psicogeriatría, cuidados paliativos y hospitalización general.
A través de nuestra misión, buscamos lograr una sociedad más justa e inclusiva para todas las personas. Todo ello, desde unas prácticas hospitalarias reintegradoras, que promueven la calidad de vida y la transformación social.
A través de la investigación y la innovación aplicada a los procesos asistenciales, integramos los avances tecnológicos más recientes en el ámbito de la salud para enfocarnos en lo que más importa: ofrecer una atención humanizada de calidad basada en la excelencia.
Nuestra historia, base de nuestros valores
No podemos hablar de nuestra identidad sin referirnos a nuestros orígenes, que se remontan a la fundación de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús en 1881, por parte de San Benito Menni y las jóvenes María Josefa Recio y María Angustias Giménez.
La Congregación se fundó con el objetivo de dar asistencia a las mujeres que en aquella época sufrían problemas de salud mental y no recibían ningún tipo de ayuda o asistencia médica. Con el paso de los años aumentó su alcance para proporcionar asistencia a personas con problemas de salud mental, niños/as y personas adultas con daño cerebral, personas con discapacidad intelectual, personas mayores con trastornos de salud mental y otros trastornos neurológicos, pacientes con necesidades de cuidados paliativos, personas con otras enfermedades…
Tras más de 144 años de actividad continuamos con su labor con orgullo y dedicación, desde los mismos valores y cultura que siempre han definido a nuestra institución.
Conoce nuestros valores en detalle
La hospitalidad despierta la empatía hacia las personas que sufren, especialmente hacia quienes se encuentran en situación de pobreza, exclusión o vulnerabilidad social.
Trabajamos para generar conciencia social y para que las instituciones asuman su papel en la construcción de una sociedad más justa.
Defendemos los derechos de las personas a las que acompañamos y nos esforzamos por ofrecerles una atención de calidad, excelente y ajustada a sus necesidades.
Nuestra sensibilidad hacia las personas enfermas o con necesidades se hace efectiva a través de los servicios que ofrecemos en nuestros centros y dispositivos asistenciales.
Las personas son el corazón de todo lo que hacemos. Cada una de nuestras acciones, cada servicio que prestamos, está pensado para responder de forma respetuosa y adecuada a sus necesidades. Porque nuestra razón de ser es su cuidado, y en nuestro proyecto hospitalario todo está al servicio de la persona.
Esta vocación de servicio es el origen y el alma de nuestra obra hospitalaria. Forma parte de una larga tradición que sigue viva hoy y que nos impulsa a mirar al futuro con el mismo compromiso.
La calidad profesional se refleja en la adaptación de nuestros centros a las exigencias de las necesidades de las personas, tiempos y contextos.
También integra la incorporación de avances científicos, así como la actualización continua —teórica y práctica— de todas las personas que forman parte de nuestros equipos.
Priorizamos invertir en la promoción y desarrollo de nuestros profesionales, pues consideramos que es la mejor forma de renovar y fortalecer, de forma continua, nuestros proyectos y nuestra misión.
La calidad profesional no se limita a una buena técnica: exige también humanidad. Frente al riesgo real de que la técnica nos lleve a olvidar a la persona tras la patología, trabajamos de forma decidida por la humanización de toda nuestra labor. Por eso, ponemos en valor —de manera explícita y constante— la dimensión humana en la atención.
Nuestra voluntad de humanizar sitúa a la persona en el centro, no instrumentalizable, no como un medio sino como un fin en sí misma. Entendemos el cuidado como un verdadero encuentro humano, no como un acto meramente funcional.
Tenemos un respeto profundo a la dignidad de cada persona, a sus derechos, su cultura, sus valores, sus creencias y su fe. Con un trato y lenguaje humanos, nos esforzamos por ofrecer una atención personalizada y una información cercana y comprensible.
La expresión no verbal es esencial para nuestra hospitalidad: el lenguaje del rostro, la mirada y los gestos es —muchas veces— la primera y la última expresión de hospitalidad que una persona recibe.
No hay hospitalidad sin acogida. Acoger es siempre el primer gesto del cuidado: un acto que nace de la voluntad de recibir un rostro nuevo, de abrirse sin reservas a la realidad del otro, a su historia, a sus vivencias y a sus expresiones.
Nuestra acogida es una experiencia liberadora en el sentido más amplio de la palabra. Al recibir a una persona que necesita asistencia, buscamos acompañarla en su proceso de rehabilitación, con el objetivo de que pueda reconstruir su proyecto de vida y, en la medida de lo posible, volver a integrarse en su entorno familiar, social y laboral.
La acogida es la base de todo nuestro tejido interpersonal y alcanza todas las relaciones. La realizamos no sólo con las personas atendidas sino también con sus familiares. La promovemos entre quienes formamos parte de la Comunidad Hospitalaria, donde las hermanas hospitalarias aspiran a ser un testimonio vivo y elocuente de esta actitud. Y la cultivamos cada día, en cada encuentro, como parte esencial de nuestra identidad.
El valor humano de la salud está íntimamente ligado otro más radical: el valor de la vida. En consecuencia, valorar la salud es signo de respeto a la vida. Entendemos la salud como un bien inherente a la persona, que debe poder disfrutarla, preservarla y recuperarla en caso de enfermedad, aspecto que forma parte de nuestra condición humana.
Nuestro modelo de salud integra las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud e incorpora una visión existencial que abarca todas las dimensiones de la persona desde una perspectiva humanista inspirada en los valores del cristianismo.
Esta perspectiva orienta y vertebra nuestra actividad. Como finalidad de nuestro proyecto hospitalario, nos proponemos cuidar y curar, incorporando los avances científicos y técnicos sin perder de vista la dimensión humana, la dignidad y el contexto vital de cada persona.
Nuestro trabajo por la salud conlleva la defensa de la vida, la asunción y superación de la patología, el combate contra el dolor y el sufrimiento, el tratamiento humano frente al uso desproporcionado de los medios terapéuticos y la promoción activa de la salud.
La hospitalidad es en sí misma una experiencia ética fundamental. Toda falta de ética en nuestras actividades va contra la misma hospitalidad y es una quiebra moral de nuestra identidad hospitalaria.
Nos comprometemos a actuar éticamente en todos los ámbitos: en la asistencia sanitaria, en la acción educativa, en la atención social, en la gestión organizativa y económica, en el trabajo cotidiano, en los planteamientos institucionales y en las propuestas operativas. También en la forma en que respetamos la legalidad vigente, en los comportamientos individuales y comunitarios, en la reflexión sobre dilemas o cuestiones y en la manera en que respondemos a los problemas.
Coherentes con nuestra misión, promovemos los principios y criterios comunes de la bioética, con una referencia explícita a su inspiración católica. Y cuidamos, de forma constante, que nuestras decisiones estén en sintonía con el sentido profundo y los valores que sustentan nuestro proyecto.
La memoria del pasado es un valor que posibilita responder acertadamente al presente y proyectar el futuro.
Conocer la vida de nuestros Fundadores, el contexto en el que nació su obra, así como los rasgos y planteamientos singulares de su proyecto, es esencial para nuestra cultura hospitalaria.
Consideramos fundamental desarrollar un conciencia individual y colectiva que nos haga sentir parte activa de esta historia hospitalaria, asumiendo con responsabilidad y compromiso nuestro papel protagonistas en el presente. Ser protagonistas no es un título sino el fruto de una actitud activa: supone estar presentes con atención y entrega en cada situación, responder con creatividad a los retos actuales y no rehuir los problemas, sino afrontarlos con determinación.
Para trabajar por un presente con futuro necesitamos estar permanentemente abiertos a lo nuevo: a las nuevas necesidades existentes en el campo de nuestra misión, a los nuevos retos y a los nuevos modelos de atención.