«Las mujeres con discapacidad se encuentran en mayor riesgo de sufrir comportamientos violentos»

Carmen Delia Álamo es Directora Gerente de Fundación Hospitalarias Tenerife. Comenzó su andadura profesional en el área de violencia de género, dirigiendo dispositivos de emergencia para mujeres agredidas en Tenerife, La Gomera y El Hierro, así como múltiples servicios y programas de atención a víctimas de violencia de género. Es experta en violencia de género y especialista universitaria en Peritaje Psicológico en Violencia de Género y Familia, y se doctoró con un estudio sobre las características psicosociales de las mujeres maltratadas por su pareja usuarias de servicios de emergencia.

Durante todos estos años atendiendo “las necesidades de las mujeres y menores víctimas de violencia de género”, ha defendido la necesidad de “adaptar esa atención a las víctimas con discapacidad para que reciban el mismo nivel de apoyo e intervención que el resto de mujeres”.

Y es que, según un informe del Parlamento Europeo, casi el 80% de las mujeres con discapacidad ha sido víctima de violencia y tiene un riesgo cuatro veces mayor que el resto de las mujeres de sufrir violencia sexual. A pesar de esta cifra tan alarmante, la violencia contra mujeres con discapacidad sigue siendo muy invisible.

En Fundación Hospitalarias, adaptamos nuestra atención a la situación particular de las mujeres con discapacidad con el objetivo de que sean protagonistas de sus vidas y puedan tomar decisiones con autonomía y vivir libres de violencias.

  1. ¿Crees que la sociedad es consciente de hasta qué punto las mujeres con discapacidad sufren la violencia de género?

Creo que aún es una realidad muy invisible. Pese a que existen estudios que cifran en más de un 40% el número de mujeres con discapacidad que han sufrido algún tipo de violencia en España, seguramente el número de víctimas sea, incluso, superior al reflejado en las estadísticas, puesto que estos episodios se desarrollan a menudo en entornos cerrados, por parte de personas cercanas y lejos del alcance de los servicios asistenciales y sociales, lo que dificulta su detección y denuncia.

  1. ¿Cuáles son las principales formas de violencia de género que sufren las mujeres con discapacidad?

Las situaciones de dependencia de algunas mujeres con discapacidad favorecen formas de violencia que no están tan presentes en mujeres sin discapacidad como, por ejemplo, la negación del cuidado o las situaciones de humillación.

Además, se enfrentan no sólo al patriarcado, sino también a otros sistemas de opresión, como la elevada dependencia económica, la falta de empleo, la dependencia de cuidados de terceras personas o la falta de redes de apoyo de calidad.

También pueden sufrir otras formas de discriminación y violencia, como la incapacitación legal, la institucionalización o la pobreza. Asimismo, otros factores como la ruralidad, la edad, la orientación sexual o el tipo de discapacidad suelen ser olvidados a la hora de analizar su situación y proponer medidas de mejora, lo que dificulta que realmente se atienda a la diversidad y necesidades específicas de cada una de ellas.

  1. ¿La violencia de género en mujeres con discapacidad tiene alguna particularidad?

Las mujeres con discapacidad se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad o riesgo a la hora de sufrir comportamientos violentos, principalmente por su aislamiento social.

El ámbito privado puede reforzar el sentimiento de poder del agresor, haciéndole sentir legitimado para ejercer violencia de manera más habitual y severa. Y al desarrollarse en un entorno alejado de la mirada de los recursos sociocomunitarios y especializados, esta violencia es aún más difícil de detectar.

Entre los motivos más frecuentes que propician esta situación se encuentran:

  • Una mayor percepción de vulnerabilidad debido a la mayor dependencia de la asistencia y cuidados de terceras personas.
  • Mayores dificultades para expresar los malos tratos sufridos debido a problemas de comunicación, así como a la falta de credibilidad social de estas personas.
  • Mayor dificultad para acceder a los puntos de información y asesoramiento a mujeres víctimas de la violencia de género debido a la falta de adaptación de los espacios y a la existencia de barreras arquitectónicas y de comunicación.
  • Baja autoestima derivada de la falta de oportunidades para un desarrollo personal integral, del aislamiento social y de la dependencia económica, como consecuencia de la falta de oportunidades para acceder a trabajos remunerados y espacios de socialización.
  • Miedo a denunciar los malos tratos y perder así vínculos afectivos y provisión de cuidados debido a la falta de respuestas adaptadas a las mujeres con diversidad funcional.
  1. ¿Se enfrentan a obstáculos para denunciar?

Las mujeres con discapacidad enfrentan muchos desafíos en la sociedad y aún no han logrado ser tratadas con igualdad. La sociedad les impone una serie de estereotipos negativos que generan discriminación y hacen que se las trate como una carga, como eternas niñas o incapaces de acceder a la educación y al mercado de trabajo. Estas desventajas económicas y profesionales las alejan de la denuncia y de una posible salida de la violencia.

Por ejemplo, según un informe de CERMI Mujeres, solo un 10,5% de mujeres con discapacidad han comunicado a la Policía o a la Guardia Civil los incidentes de violencia sexual. El principal motivo para no acudir al juzgado o informar a la policía es porque eran niñas o menores (42,3%); por vergüenza, apuro o porque no querían que nadie lo supiera (38,5%); por temor a que no la creyeran (36,5%); porque eran otros tiempos, otra época y no se hablaba de estas cosas (30,8%), o por miedo al agresor y el temor a las represalias (26,9%).

  1. En tu experiencia, ¿qué deben hacer los profesionales que trabajan con mujeres con discapacidad para detectar esta violencia?

Considero que es importante que ofrezcan una atención lo más adaptada posible a las circunstancias de cada mujer, haciendo hincapié en su individualidad y necesidades específicas. Para ello, es esencial que sepan escuchar y preguntar sobre situaciones de violencia, que conozcan las opciones de asistencia disponibles para este colectivo y que mantengan una sensibilización permanente dentro del equipo.

Ante la sospecha de estar ante uno de estos casos, deben facilitar la expresión de sentimientos y observar las actitudes y el estado emocional de la mujer. Y deberían evitar dar consejos, animar a devolver golpes, tomar medidas sin el consentimiento de la persona, cuestionar las razones por las que soporta la situación, minimizar el peligro, imponer soluciones inmediatas o comunicar al agresor que la mujer ha informado de la violencia ejercida.

  1. ¿Qué otros consejos pueden ayudarles a abordar este problema de manera más efectiva y respetuosa?

En la intervención, es fundamental que respeten los tiempos de cada mujer, pregunten por sus necesidades y garanticen el respeto a sus decisiones. También deben adaptarse a su forma de comunicación, asegurando que la información y la documentación tengan formatos accesibles, como lectura fácil, pictogramas o materiales visuales, para facilitar su comprensión de la mejor manera posible. Y es importante que el espacio esté acondicionado a sus necesidades.

Y en general, es imprescindible que traten a cada mujer como una persona adulta y se dirijan siempre a ella, en lugar de a su acompañante. La comunicación debe ser clara y pausada, utilizando palabras sencillas y verificando que comprende lo que se le explica, ajustando el ritmo de la conversación a su nivel de comprensión. La paciencia es clave y, si es necesario repetir algo, deben hacerlo.

  1. ¿Qué medidas hacen falta para visibilizar y combatir la violencia de género en mujeres con discapacidad?

Es fundamental llevar a cabo políticas interseccionales en materia de violencia, género y discapacidad, y generar espacios de participación para mujeres y niñas con discapacidad. No se puede hacer nada que las incumba, sin que participen en los espacios públicos e intervengan en todo aquello que las afecta directamente.

También, es necesaria no solo una mejora en la información sino también en su divulgación, para que toda la sociedad sea consciente de la realidad de estas mujeres y niñas con discapacidad y sepan actuar en un momento determinado.

Y se debe crear un protocolo común de violencia para mujeres con discapacidad que detalle las especificidades de cada tipo de discapacidad.

  1. ¿Cómo abordas esta problemática desde tu trabajo en Fundación Hospitalarias?

Somos una entidad con especial sensibilidad hacia las personas de mayor vulnerabilidad y creemos firmemente en la igualdad de trato y de oportunidades. Por este motivo, estamos en constante desarrollo de nuevos servicios y programas que nos permitan apoyar a este colectivo en su desarrollo y crecimiento personal, como ciudadanas de pleno derecho con mucho valor que aportar a esta sociedad.

Desde Fundación Hospitalarias impulsamos diversos proyectos, entre ellos, el asesoramiento a mujeres con discapacidad intelectual que han sido víctimas de violencia de género. Además, apoyamos a profesionales especializados en la intervención en violencia de género, proporcionando herramientas y recursos que garanticen una atención adaptada a las necesidades y especificidades de estas mujeres.

También realizamos múltiples formaciones y campañas de sensibilización y concienciación, siempre con el objetivo principal de seguir construyendo un futuro mejor libre de violencia.

  1. ¿Quieres darnos alguna reflexión final sobre este tema?

Creo que la clave para seguir avanzando es escuchar a las mujeres con discapacidad y apoyarlas para que reclamen su sitio en una sociedad en la que tienen mucho que aportar.


Esta pieza forma parte de una serie de entrevistas a profesionales de la Fundación Hospitalarias sobre violencia contra mujeres con trastorno mental grave, mujeres con discapacidad y mujeres mayores, realizadas en el marco de la “Jornada de Violencia en la mujer con especial vulnerabilidad”, que tuvo lugar en Fundació Hospitalàries Barcelona en marzo de 2025.

 

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